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Real Academia de Bellas Artes San Fernando de Madrid

 

                 A PROPÓSITO DE UN AUTORRETRATO

                                

-Esa seriedad que nos muestra ya las primeras fotografías de monedero, su aspecto austero; esa contención en su hablar despacioso, esa mirada escrutadora, fría, a través de su mirada; está totalmente apresada, condenada en su autorretrato del año 94.

Ignoro hasta que punto los tópicos que implican a una ciudad respecto a sus moradores, a la hora de contemplar el retrato del hombre, pueden condicionarle el fondo o su paisaje. No sé tampoco si la austeridad de su mirada, la resonancia de su voz vendrá impuesta por el recuerdo de las angostas calles sevillanas, los grandes artesonados del XVII, las empedradas  calles de sólidos palacios y conventos enrejados. Ese silencio de la unmurada noche que consentimos ha influido en Monedero; sirve de pretexto porque se presta como fondo a ese hombre que nació en Sevilla y que tanto madrugó para el arte y quien por su flema nos recuerda a Diego Velásquez.

La personalidad de nuestro artista es preciso abarcarla en la suma de su obra, y si de ceras queremos aprehenderla hemos de empezar por su condición de pintor que conoce el dibujo. Lo que se lleva, la moda, no le preocupa, desde luego, nada. Vanguardia o clasicismo, pintura mate o brillante, constructiva o de impresión... ¿qué importa? La integridad del problema se reduce a decir algo y saber decirlo de modo bello, interesante, seleccionado. Pues el artista como Monedero no se manifiesta únicamente por lo que dice, sino también por lo que a veces calla. Y para mi cuenta, quizá sea lo callado su definidor capital,  su mérito más grande.

A este maestro lo que de verdad le interesa, en cambio, es la interpretación y el oficio, conocer mucho los problemas todos de la técnica, si tanto fuere posible. Su verdadero dominio consiste en ocultarla, ya lo sé; pero tampoco ignoro que ese dominio enriquece los medios expresivos. “Y como ambiciono ser yo, mi sentimiento, quien hable de continuo en mi obra, en los fervores técnicos”, parece decirnos.

En el último autorretrato que tuve la ocasión de estudiar en su taller observé que el maestro es todo un traduc5or del mundo, de su mundo...  ¡Qué manera de sacar los valores artísticos del natural!-. Ahí en esa manera de pintar es donde el artista enlaza con los clásicos sevillanos del XVII, muy especialmente con Valdés Leal, pero lo hace desde el siglo XX, de acuerdo con una sensibilidad posterior. Una mezcla de realismo e imaginación es esta obra, este majestuoso autorretrato de brillante lenguaje y sobrio sentido. El pintor introduce el orden puramente pictórico para transformarlo en pura composición cromática; en lo imaginado, nunca extravía la noción de lo real, que proyecta en situaciones nada literales sin incurrir jamás en la subversión de tales elementos. Un dibujo vertebral u una pasa densa y noble para corporeizarlo como pintura. He ahí, en síntesis, la formula de este maestro del arte español contemporáneo al que tanto admiro y cuya temática más personal encuentra ahora amplia repercusión en buena parte del nuevo realismo. Este es el momento de comprender a Monedero, pues su condición de clásico se humaniza ahora gracias a una estética que vuelve al rigor y al análisis de la naturaleza.

No sería fácil señalar, por otra parte, una pintura más dentro de la realidad y del realismo que ésta. La naturaleza ha sido abstraída diríamos que en sus huesos, y aunque muchas miradas, alineadas por la costumbre de ver retratos “sin verlos”, tropiecen aquí con el obstáculo de la invención, lo cierto parece ser que entre este autorretrato y lo que pintaron los maestros de XVII español hay relaciones e identidades más reales de las que se pudieran pensar.

 

 

En esta obra se nota enseguida, por la calidad y la fuerza de la obra misma, cuando un artista pisa terreno firme y empieza a progresar y a crecer desde su propia sustancia. Es decir, cuando empieza a poseer, no solo la técnica, no sólo su acento aislado, aquí y allá, sino también su mundo. Y este fertiliza las posibilidades de la técnica. Monedero, en este lienzo, ha logrado imponerse con profunda unidad de conciencia a la rebeldía de sus elementos. Esto quiere decir que emplea esta rebeldía para conseguir su exceso de vigor expresivo reducido a unidad. Pero quiere decir también que está vibrando de acuerdo con las instancias que le llagan del mundo que le rodea. La calidad pictórica es sorprendente, y la armonía resultante depende de esa vida profunda del color que pedía el Españoleto... “grises y rojos, amarillos y negros... ¿para qué más?.

Lo que realmente expresa este portentoso autorretrato es algo mucho más hondo que un mero y emotivo estado superficial, puesto que es un lenguaje de la imaginación pura. Se trata de una auténtica  creación a la que no estorbas ninguna raba reflexiva. La imaginación—que es el fondo y trasfondo de todo arte cualquiera que fuese—salta las barreras de todo lo “ya sabido” para caer de golpe en el ruedo. Es, el de Monedero, un salto mortal que no admite aproximaciones: O lo logras o te matas.

 

R. Muñoz

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