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  Cataluña Hoja del lunes – Barcelona 14 de Junio de 1982
   Esplendido retrato de Monedero José María Massip revivido En una de sus cartas de Washington. Ramona Massip me envió hace tiempo la fotografía de un esplendido retrato de su marido José María Massip, insigne periodista, muerto en los Estados Unidos cuando ejercía en aquel país la corresponsalía de <<Brusi>>. Ello me trajo consigo todo un cúmulo de recuerdos y evocaciones de tiempos pasados. El retrato de Monedero –luminoso pintor sevillano- tuvo la virtud de devolverme, por unos instantes, el entrañable amigo desaparecido. Unos años mayor que yo, comencé a tratarle allá en los años treinta, cuando el se hallaba en la cúspide de su carrera periodística y política. A pesar de la diferencias de edad, entre uno y otro –el era ya un prestigioso director y yo un incipiente aprendiz de periodista-, desde el primer momento me acogió cordialmente y fuimos buenos amigos, y en cierta ocasión siendo teniente de alcalde, me demostró plenamente el sentido de su amistad, resolviendo una papeleta que no era nada fácil. El cuadro de Monedero, en el que aparece un Massip maduro, destaca ante todo por su vigorosa factura, así como por la energía de su traza. Me atrevería a decir que lo vio tal como era, incrustando quizás en el lienzo, una atmosfera de melancolía, muy peculiar en él. Es decir, recogió su propio espíritu, aparte de ennoblecer y humanizar su figura, como manda la tradición de la mejor pintura. Por esto nos lo devolvió entero, captando sus más sutiles matices en medio de unas bellas y suaves gradaciones de luz y color, armonizándose todo con un tono acerado de grises y blancos en un incierto telón de fondo. Pronto van a cumplirse los diez años de su muerte.   Dos lustros han transcurrido desde aquel día en que aun puñado de amigos fuimos a recibir sus despojos al aeropuerto del Prat. Venían de Norteamérica camino a la blanca Subur, donde quiso ser enterrado cara a aquel inmenso Mediterráneo, que el amo entrañablemente. En todos sus aspectos, Massip fue un mediterráneo puro. Su forma de escribir y de hacer denotaba el clasicismo de los ribereños de este mar de la civilización y de las musas´ Pocos meses antes –en la tarde anterior de un día memorable para él-, en la penumbra de mi despacho de la dirección del <<Diario de Barcelona>> estuvimos charlando largamente. Pareció por ambas partes una especie de confusión general. Poca podíamos imaginarnos que seria la postrera vez que nos viéramos. Luego volvió a Washington, desde donde prosiguió enviando sus crónicas, que eran modelo de buen periodismo. Difícilmente podía interpretarse menor el panorama de la vida norteamericana que Massip conocía puntualmente.    En sus crónicas, políticas o humanas, sabia recoger el pal pito de cada momento, con lo que lograba establecer un verdadero contacto con sus lectores. Me atrevería a decir que Massip aprovecho muy poco –por no decir nada-, su crónica diaria para mezclar en ella cosas triviales e intrascendentes. Sus comentarios solían llegar a la misma entraña de la masa. Igual interesaban al poderos que al humilde. En definitiva, era un maestro en ese difícil arte del bien decir. Hubo ocasiones en que el y su mujer escribieron grandes reportajes, -<<Las raíces>>, por ejemplo- en los que nos deban una visión certera de la forma de ser de los estadounidenses, con cuya idiosincrasia habíase compenetrado. Gracias a Ramona –su viuda- y a Monedero, nos hemos acercado una vez más, a Massip, uno de los hombres, por otra parte, más elegantes de su época. El retrato tiene empaque y a la vez intimidad, que el pintor logro con las armas de su prodigiosa técnica. En el, los brillos nacen espontáneamente y las sombras se hunden con verdadera suavidad y hasta las pinceladas menudas y frías, como verdaderos picotazos, buscan la vibración por el contraste. El mismo Massip había dicho que Monedero es un vigoroso pintor expresionista, maestro del color y del dibujo, lleno de ambiciones y problemas intelectuales. Los primeros pasos de la vida de Massip fueron semejantes a los de tantos jóvenes provincianos que iban a la ciudad a probar las fuerzas de su talento. Muy pronto fue concejal y diputado por Barcelona y en ambos cargos, como en los periódicos, por los que paso dejo siempre un recuerdo de buenas amistades, que se reflejaban en una intima y dichosa satisfacción personal sensación de que estuviéramos hablando con el en algunas de aquellas largas e inolvidables parrafadas a las que era tan aficionado. Fue como otros tantos de su tiempo, un gran conversador y un hombre brillante en todos los sentidos. Espíritu sensible, cultivado y de fina imaginación. Diez años han pasado y parece como si todavía continuásemos percibiendo su bien timbrada voz y sus ademanes.   Todo gracias a este cuadro de Monedero que Ramona Massip puso en nuestras manos en un signo de entrañable amistad.
 
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   ABC Sevilla 14-07-1982
 
Madrid: nuevo reconocimiento a la obra de Manuel Monedero.
Salvo esporádicas y brevísimas muestras en Sevilla, como la ofrecida esta primavera en el hotel Los Lebreros. Manuel Monedero lleva ya no poco tiempo exponiendo únicamente en Madrid, donde viene haciéndolo cada dos años. La última vez, como los inmediatamente anteriores, en el Salón Cano, donde mostró unos cuarenta cuadros, muchos de ellos de gran tamaño, que merecieron estas palabras del prestigioso crítico M. A. García Viñolas: “Es evidente que una pintura tan soberana “puede” con los grandes espacios afrontar arriesgadas composiciones y figuras de cuerpo entero y a escala natural. Y eso  ya es un alarde en estos tiempos, donde la pintura apenas si cata el lienzo. Pero ese arrojo no es en ningún momento un insensato alarde, porque Monedero acierta a sujetar siempre lo que dejó suelto para que nada se descomponga en su arrojo estimulante de pintura a lo grande”Manuel Lorente 
 
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Correo de Andalucía  21-07-1982 

 

               Manuel Monedero,  en la sierra de Aracena

 

   Hace  unos años llegaba a Aracena, como un excursionista más y en plan turístico, el pintor sevillano Manuel Monedero. Tenía gran interés en acercarse a la aldea de Carboneras. La impresión que recibió fue precisamente lo que el buscaba, un lugar queta silencioso, apartado y lleno de paz, y su sueño de siempre empezó a tener una realidad transparente y clara, pues esta calle de Aracena concentra en si un sabor antiguo y en verdad su estructura primitiva se remonta ya a muchos siglos de existencia.

Sus calles empinadas faldean la sierra de una manera caprichosa, para conjuntar, en su andadura, esa belleza natural que tanto distingue a determinados lugares. Su remate en lo más alto lo completa la iglesia parroquial, de arquitectura muy primitiva, destacando en su conjunto esa armonía tan interesante, que empieza por infundir respeto y señalar todo el historial. Que  va compendiándose a su alrededor al correr de los tiempos.

  La Patrona, la Virgen de la Encarnación, como en un mirador en la altura, preside y bendice la laboriosidad silenciosa de sus hijos.

  Tierra de auténticos campesinos de hombres buenos, triunfadores en toda la amplia gama tan variada que caracteriza esta sierra de Aracena: buenos ganaderos, el carboneo lo realizaron siempre como ninguno y posiblemente de allí brotára el hombre de la aldea.

  El pintor quedó embrujado ante esta estampa de tan variados matices, e inmediatamente empezó a familiarizarse con ella, adquiriendo una antigua casa de labor que fue amoldando poco a poco a sus comodidades mas precisas, sin que perdiese en nada su primitiva aplicación, adornándola con piezas de labranza que sirvieron un tiempo para triunfar en los terrenos endebles, formando todo un conjunto muy acogedor y de un gran sabor campero. En este aposento trabaja el maestro los días de inspiración, en las temporadas que suele pasar por aquí durante el año.

La exquisita educación del pintor supo granjearse un buen numero de amistades, entre ellas a  Santiago Nogales, hombre bueno como el pan de rosca, y toda la familia de este que les son tan familiares en el tiempo que aquí pasa.

   A Santiago lo utiliza algunas veces de modelo el pintor, colocándole la indumentaria precisa, que por cierto se adapta mucho. Últimamente le pinta con un traje de luces muy bueno y además muy antiguo. También posa una hija de este, una chavala muy joven que posee una gran belleza.

 Monedero sigue una línea tradicional pura, muy ensamblado en la escuela sevillana, con colorido y mucha fuerza, impregnando ese sello propio que caracteriza y distingue a todo artista.

 El gallo del vecino, que tantas cantadas les propinaba durante la madrugada, se le ocurrió pintarlo, con tal perfección en su variado colorido que forma ya parte del equipo del maestro. Como un talismán muy gallardo preside la quietud en que este hombre se  desenvuelve, el atardecer en la aldea le entusiasma. Todo tiene un sabor a campo. El personal refleja el cansancio de su trajín diario. El ganado, en su recogida, va plasmando esa estampa que nunca él quiere perderse. El sonido de los campanillos armoniza el contraste feliz que simboliza el atardecer en la aldea. Esta sensación vivida por él todas las tardes no tardara mucho en llevarla a los lienzos.

  Dios quiera que siga disfrutando el  pintor muchos años en este lugar, y que como Benito Arias Montano en la Peña de Alájar, salga fortalecido y triunfalista.

Isidoro Rubio

 

 

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ABC Sevilla 22-12-1982

 

   Monedero: otra muestra importante

  La pintura de Manuel Monedero exige, por su relevancia, una mayor difusión. Lo afirmamos así porque su exhibición, durante solo unos cuantos días forzosamente tiene que parecernos excesivamente breve para satisfacer al justificado interés que despierta la obra de este artista, tan singularmente nuestro como  reconocido se halla en los Estados Unidos, donde desarrollo una larga etapa de su vida. Una vez más y durante un corto espacio de tiempo, su obra más reciente nos ha sido mostrada en el Salón Ronda del hotel Los Lebreros. En ella los sugerentes temas que siempre apasionaron a este pintor sevillano, ajeno en este aspecto a las manecillas del reloj que marca el paso de los siglos y empeñado, por lo tanto, en una meritísima forma de hacer que, por su autenticidad, si fue valida ayer, también lo es ahora y lo será durante todos los mañanas que habrán de suceder a este hoy, tan confuso artísticamente.
 
 
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