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TERQUEDAD Y VIRTUD

Manuel Monedero está convencido de que su terquedad es, al mismo tiempo, su virtud. Y puede que tenga razón. Si no su virtud, en singular, si una de ellas. Basta conocer sus difíciles comienzos. Siempre había querido ser pintor; pero, cuando tenía edad para ingresar en una escuela de Artes y Oficios o de Bellas Artes, las circunstancias le obligaron a algo tan distinto como trabajar en una compañía de seguros. Sin embargo no renunció a su vocación. Entonces busqué la amistad de algunos pintores, de Romero Ressendi, Hohenleiter y Monsalves, para poder entrar en sus estudios y observar como trabajaban. Aquellos fueron sus primeros maestros. Luego tendría otros también tan importantes como Zurbarán o Murillo, cuyos cuadros copiaba en el museo. Durante ocho o diez años, las grandes salas de la segunda pinacoteca española fueron el lugar donde Manuel Monedero disfrutaba de las vacaciones que le correspondían en el trabajo. Cuando noté que con la pintura podía liberarme del sueldo, me dediqué a hacer copias para vivir. Luego los encargos de retratos me liberaron de las copias. Hasta que un día también me liberé de ellos. Poco a poco, y salvando toda clase de dificultades, Monedero y su inquebrantable vocación habían escalado unos peldaños que pronto le llevarían al éxito. El azar la fortuna compensaría entonces a los anteriores esfuerzos

       Sevilla  HORA DEL ARTE                Monedero casi desconocido       en España y figura en Estados Unidos
    Al pintar no tengo en cuenta el siglo en que vivo, sino los temas que me interesan. Trabaja a diario y durante muchas horas. No obstante, hace once años que Monedero no vende un solo cuadro en España. En 1965, y para complacer a unos amigos, con motivo de la inauguración de la desaparecida Galería Florencia, este pintor expuso en Sevilla, en su tierra, una numerosa colección de obras, pero en el catálogo de las mismas quedaba constancia de que ninguna de ellas estaba en venta. Todas tenían ya un destino: los Estados Unidos de América.
             AMISTAD Y SUERTE
Tuve la suerte de hacer amistad con una persona que, con motivo de su casamiento, se trasladó a América. Yo le había regalado un cuadro, y ella, con objeto de darme a conocer, lo expuso en una galería de Washington. Surgió un buen comprador y para ayudarme lo vendió. A partir de entonces aquella galería, la Dickson, se interesó por el pintor sevillano y comenzó a pedirle cuadros. En 1961 Monedero inauguraba la primera de sus cuatro exposiciones hasta ahora celebradas en Washington. A ellas sucederían, casi sin interrupción las de Princeton, Filadelfia, Nueva York, San José,- ciudad californiana en la que sus obras inaugurarían un museo- Montreal y Houston. Pasé largas temporadas en los Estados Unidos, cumpliendo los encargos que surgían en cada una de las exposiciones, pero mi pintura y mi propio carácter siempre me ha exigido vivir aquí, Ahora cada vez voy menos. Ya no necesito participar en aquella vida social que en Norteamérica se le exige al principiante para darse a conocer. ¿Es Monedero más conocido en América que en España? Más, no. Muchísimo más. Aquí solo me conocen en Sevilla y por aquellos retratos que hacia cuando empecé a pintar. La razón no es otra que la económica. La diferencia entre los precios en un mercado, que si ya eran superiores hace once años, ahora lo son aún más. Por esta causa, los motivos sentimentales que me impulsan hacia mi tierra son anulados por otras razones. Mientras aquí se tropieza con la apatía hacia lo propio allí se me recibe como a una figura llena de prestigio.
SINCERIDAD Y PINTURA
Algunos críticos, al referirse a la obra de Monedero, señalan que su pintura corresponde a otro siglo. Que sus temas y forma de expresión son de otros tiempos, ya superados. A ello responde el artista: Es posible que el pintor lo mismo que el escritor, pueda nacer desfasado. No lo sé pero yo pinto así, como lo hago, porque solo de esta forma siento la necesidad de llevar al lienzo lo que imagino. A muchos les preocupa eso de estar al día, a mí, que para ello no tengo en cuenta el siglo en que vivo, solo me preocupa hacer lo que me gusta y pintarlo como lo siento. Como a mí me llega. Eso, por una parte, por otra, basta que me presionen en un sentido para que yo haga lo contrario. ¿Qué hace? Pintar los temas que me interesan. Las cosas agrias, fuertes, la lucha. Lo que impresiona al que tiene sensibilidad para ello. Siempre quise reproducir aquello que sentía dentro de mí, y ahora que puedo, cuando domino el oficio, no voy a echarlo todo por la borda metiendo en el lienzo un zapato o una caja de cerillas. Soy un terco, lo sé, pero la terquedad con mis propias convicciones es mi virtud. La terquedad y también la sinceridad, Una sinceridad que Monedero lleva al lienzo sin mayores preocupaciones literarias o filosóficas. Sin otra preocupación que la de ser fiel a su íntima necesidad de expresarse.
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